jueves, 28 de junio de 2012

La educación física y el deporte en la escuela


Devis Devis, J. Educación Física, deporte y currículum. Visor. España. 1996

(Ficha Bibliográfica)  
  
                                                            Capítulo 1

                                 La educación física y el deporte en la escuela
 


Introducción

            La sociedad española está acostumbrada a encontrar la asignatura de educación física en el currículum escolar y esta familiaridad puede hacer pensar que se trata de una asignatura estable e invariable. Por otro parte el trabajo histórico realizado dentro de este campo, a base de cronologías y descripciones de acontecimientos y grandes personajes, parece indicar que la asignatura de la educación física ha tenido una evolución lineal que va de la gimnasia del siglo XXIX y que, además, está ausente de conflictos y disputas.
            Sin embargo los estudios sobre la historia de las asignaturas escolares indican que el conocimiento escolar no es fijo e invariable, sino que está en continuo proceso de cambio y se construye por fuerzas sociales, políticas, culturales y educativas a menudo en conflicto. Por esta razón en el presente capítulo se realiza un breve repaso histórico del papel que ha jugado la signatura de la educación física dentro del currículum escolar de España.

La educación física en el currículum escolar

            Los estudios referentes a la historia de la signatura de la educación física son prácticamente inexistente, a excepción de algunos británicos como el de Hargreaves o franceses como el de During, lo que indica un cierta trivialización o subestima del significado social y cultural de esta área del currículum.
            El autor presenta algunos aspectos que históricamente han caracterizado a la educación física, a partir de las contribuciones teóricas del autor norteamericano Ivor Goodson y que Kirk recoge en su libro sobre Educación física y currículum en los tres enunciados siguientes:

            Las asignaturas no son entidades monolíticas sino amalgamas cambiantes de subgrupos y tradiciones. Estos grupos dentro de las asignaturas influyen y cambian las fronteras y las prioridades.
            en el proceso de establecimiento de la base de una asignatura escolar (y de una disciplina universitaria asociada), los grupos de la materia tienden a trasladarse de la promoción de tradiciones pedagógicas y utilitarias a tradiciones académicas
            En los casos estudiados, la mayor parte del debate del currículum se puede interpretar en términos de conflicto entre asignaturas respecto al estatus, los recursos y el territorio.  

De acuerdo con el primer enunciado o hipótesis, la educación física no representa cuerpos fijos de conocimiento sino los intereses y preocupaciones de distintos  grupos profesionales que disputan sus formas de entender la asignatura
Inicialmente, muchos conflictos se presentan cargados de sentimientos nacionalistas y patrióticos al enfrentar escuelas gimnásticas representantes de ciertos países como la gimnasia sueca, la alemana o la francesa, por intentar defender que la suya era la verdadera gimnasia. Así por ejemplo, Langlade y Rey destacan la pugna desatada en Alemania a mediados del pasado siglo, conocida como la «lucha de barras», al comparar las finalidades, los medios, las ventajas y desventajas entre la gimnasia sueca y la gimnasia alemana de Jahn.  En Francia, la gimnasia amorosiana tam­bién recibió críticas por parte de Clias, creador de un nuevo sistema de gimnasia, debido al carácter militar, acrobático y arriesgado de la primera.
                        En España también existieron estos enfrentamientos y pugnas entre los seguidores de la gimnasia militarista y de aparatos, por una parte, y los partidarios  de una gimnasia higiénica y educativa por otra. Ya iniciado el  siglo XX se puede encontrar, además de los conflictos heredados del siglo pasado, la pugna desatada entre los partidarios de la gimnasia y d pujante deporte o entre la educación física y el deporte.
Estas fricciones entre tendencias profesionales diversas y, a menudo enfrentadas por intereses y filosofías distintas, tuvieron consecuencias importantes para la educación física y la profesión en su conjunto. Como señala Kirik, en la lucha de cada grupo por defender su propia visión de la asignatura, se cambian y varían las fronteras de la asignatura y el enfoque del conocimiento hasta d punto de no poder definir claramente cuál es el contenido de la asignatura y arrancar de algunos autores la afirmación de de que la educación física “es amorfa” por naturaleza ya que incorpora contenidos diversos y además con finalidades que sirven para todo o casi todo.
El segundo enunciado corresponde a la evolución que ha sufrido la educación física en su cuerpo de conocimientos. En un principio era el conocimiento utilitario proveniente de la propia práctica física que después se entremezcló con planteamientos educativos y científicos.
Con este proceso se pretendía que las ciencias sirvieran de ayuda y apoyo al proceso de racionalización de las actividades profesionales y, sobre todo, sirvieran para elevar el estatus de la profesión y poder introducir y asentar la educación física como una asignatura del currículum escolar. La primacía de los saberes médicos acabó ofreciendo el cuerpo de conocimientos científicos que legitimaron a la educación física, penetrando de tal manera en el tejido profesio­nal que todavía hoy sustenta gran parte de sus creencias y prácticas. Con el tiempo fueron abriéndose a otras ciencias sociales y huma­nas encabezadas por la pedagogía científica y la psicología experimental. Sin menospreciar la enorme cantidad de conocimiento profesional acumulado desde el siglo pasado, se puede decir, que ha sido el conocimiento científico de corte positivista el que ha dirigido los derroteros de la profesión hasta lograr una disci­plina académica denominada Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.
Respecto al tercer enunciado, el conflicto entre asignaturas escolares, o entre la educación física y otras asignaturas,  viene marcado por el carácter especial que se le ha dado a la asignatura y a sus profesionales. Las razones que han contri­buido a ello debe buscarse en las crisis políticas, económicas y sociales que ha sufrido España desde finales del siglo XK y principios del XX y, como señala Fernández Nares,  en la utilización ideológica e interinidad prolongada de sus profesionales durante el Franquismo. El autor considera que se debe prestar atención al dominio que tradicionalmente han ejercido las asignaturas o áreas académicas, en detrimento de otras de carácter práctico, y los supuestos que conceden más valor al conocimiento teórico que al práctico, tal y como señala Jenniffer Hargreaves en este párrafo:

Algunas formas de conocimiento escolar son designadas claramente como superiores a otras. Las asignaturas académicas relacionadas con el desarrollo intelectual de los alumnos están altamente consideradas en la escuela, mientras que otras asignaturas prácticas, como la educación física, están situadas convencionalmente  hacia el final del orden jerárquico del conocimiento.
A pesar de que la educación física goza de una importante tradición escolar, obligatoria en distintos niveles y muchos sistemas educativos nacionales, parece ser que, como indica Hoyle, se encuentra internacionalmente en un bajo nivel jerárquico dentro de las asignaturas escolares.
Un ejemplo significativo lo ofrecen Whitehead y Hendry  con la visión inglesa del profesor de esta asignatura, y probablemente también de muchos otros lugares entre los que se encuentra España:

...la imagen dada por los medios de comunicación y la evidencia acerca de las percepciones del profesor de educación física, presentan el retrato de un individuo musculoso, sociable, dominante, agresivo, bastante inmaduro, que es antiacadé­mico y que no se expresa especialmente bien.

Por otra parte, el carácter trivial y de juego asociado a las actividades
físicas sigue siendo un elemento que influye negativamente en el aumento del
estatus educativo de la educación física.           _
El estudio de Apple y King realizado en niños y niñas de preescolar, sugiere que se les estimula a aprender que el trabajo es más impor­tante que el juego, y que ellos/as van a la escuela a trabajar y no a jugar. El cono­cimiento más importante de las escuelas es el académico, considerado el realmente serio y productivo, mientras que el juego es considerado divertido y, por lo tanto, trivial y superfluo.
Como reacción o compensación a la visión antiacadémica de la asignatura, la profesión de la educación física ha desarrollado tres destacadas formas o perspec­tivas para aumentar su prestigio: a) la perspectiva deportiva; b) la recreacionista; y c) la pseudoacadémica.
La primera de ellas es una perspectiva que se apoya en el desarrollo de habilidades físicas, cuyo foco de atención es el deportista de élite y los alumnos/as más capacitados de las clases y su fin es el de formar exitosos equipos deportivos esco­lares. Es una perspectiva que se asienta en el entrenamiento, la racionalidad técnica  y el rendimiento  y que posee un escaso valor educativo.
La perspectiva recreacionista viene a ser, en muchos casos, una reacción radicalmente opuesta a la anterior donde, como señala Georgec y Kirk  la diversión es su principal razón de ser. En ella, la idea de que las actividades físicas pueden ser un importante medio educativo pierde su valor para convertir a la educación física en hedonismo y simple descanso de las asignaturas académicas.
La tercera perspectiva pretende aumentar el prestigio de la educación física conviniéndola en una asignatura pseudoacadémica. El carácter examinable que posee en muchos países y la importancia que un sector de la profesión le confiere a los contenidos teóricos parecen apuntar recientemente en esta dirección. Según Leaman, es consecuencia del aumento de respetabilidad académica del área de conocimiento de la educación física y el depone en las universidades y las facultades.
Sea como fuere, la educación física debe buscar caminos de innovación que la acerquen a valores educativos intrínsecos. Pero paradójicamente, la búsqueda de valores intrínsecos e innovaciones suelen percibirse como una amenaza para la identidad profesional, sobre todo por aquella parte del profesorado que cree no poder seguir los cambios propuestos y reacciona afirmándose en la perspectiva deportiva dominante.
Para completar la visión de marginalidad de esta asignatura dentro del sis­tema escolar habrá que añadir la influencia que ejercen los factores contextúales propios de cada centro escolar y que corresponden a lo que Sarason, y Heckerman, Oaks y Sirotnik llaman la cultura de la escuela. Destacan las deficientes instalaciones al aire libre que suelen entrar en conflicto con actividades físicas programadas y ajenas a la escuela, las escasas oportunidades que las escuelas ofrecen para perfeccionamiento, promo­ción y desarrollo profesional, los reducidos recursos y ayudas de la administración educativa para solucionar problemas educativos y mejorar su enseñanza, las limitaciones horarias dentro del programa escolar, así como otros factores parti­culares de cada centro.

Deporte y educación: aproximación crítica a la enseñanza del deporte y los juegos deportivos

Después de una época de tanteos, críticas y una propaganda social proveniente de distintos sectores sociales que veían en el deporte un elemento modernizador del país, acabó incluyéndose dentro de la educación física. Su presencia ha ido en aumento conforme ha adquirido mayor apoyo social, hasta el punto de que actualmente a la educación física, antaño muy conocida como gimnasia, empieza a conocérsele con el nombre de deporte.
      Sin embargo, la importancia que ha adquirido el deporte en la educación física y en la escuela no parece haber producido grandes mejoras y cambios en su enseñanza, al menos durante las tres últimas décadas. Su enseñanza se reduce a un conjunto de tareas o habili­dades motrices aisladas, claramente orientadas a la adquisición competente de las técnicas deportivas y vinculadas al rendimiento motriz que exigen los patrones dominantes del deporte competitivo de élite. Para algunos auto­res/as de la educación física (p. ej. Bunker y Thorpe, Williamson, Read y Devis, se trata de una forma de enseñanza que posee importantes deficiencias y que se presentan en los puntos siguientes:

            Normalmente, se ofrece al alumnado los deportes fuertemente arraigados socialmente que, en muchos casos, ya conocen antes de verlos en las clases de educación física.
            Los alumnos/as avanzados aprenden el deporte fuera del contexto escolar y con anterioridad a las clases de educación física; por el contrario, dentro de las clases se dedican a afianzar un conjunto de técnicas inflexibles que reducen la capacidad de decisión.
            Aquéllos/as menos capacitados, o que no conocen el deporte  en cuestión, no suelen tener éxito en la adquisición de un adecuado nivel de ejecución téc­nica: están condenados a repetir movimientos estereotipados que pueden producir o reafirmar su aversión a la clase de educación física.        
            Se estimula la formación de personas dependientes del profesor/a.
            Se emplea mucho tiempo en la enseñanza de la técnica y nunca se llega al juego deportivo.
            Existe escasa transferencia del aprendizaje técnico a la situación real de juego.
            En una clase de enseñanza de la técnica existe muy poca actividad física y el alumnado se aburre.
            El alumnado no comprende el juego deportivo lo suficiente como para capacitarlo a conocer todas las posibilidades que les ofrece.
9.   No se forman espectadores y practicantes críticos en un mundo donde el
deporte es una importante forma de entretenimiento y ocio.
Jackson, Jones y Williamson  consideran que en esta situación influyen dos importantes características ligadas a la profesión: a) el carácter conserva­dor de la mayoría del profesorado de educación física; y b) la enorme influencia que ejercen las instituciones deportivas nacionales. Aunque estos autores se refie­ren al contexto británico, su planteamiento es perfectamente válido para el con­junto de profesionales de la enseñanza en cualquier sociedad desarrollada.
El primero de los puntos anteriores trata del papel que adopta, consciente o inconscientemente, el profesorado con respecto al currículum de la asignatura, que tiende a conservar y perpetuar una serie de prácticas y actividades profesionalmente sedimentadas a lo largo de los años, y se olvidan de reconcepcualizarlas y transformarlas.  La reconceptualización,  la transformación y el cambio de ciertas prácticas y valores también forman parte de las responsabiIidades  como profesores/as, sobre todo cuando las prácticas de la enseñanza del deporte y los juegos deportivos se aproximan más al entrenamiento que a la educación.
. La enseñanza prácticamente exclusiva de las habilidades técnicas de los juegos deportivos ha refor­zado la idea de que la función real de la asignatura es adiestrar en lugar de educar.
En el segundo punto, los autores hacen referencia a las relaciones e influencias que ejercen las instituciones deportivas nacionales sobre el currículum de la educación física y los juegos deportivos. Sin embargo, estas relaciones e influencias aparecen también a otros niveles sociales. Muchas veces se trata de supuestos, valores y creencias que se han asentado en la sociedad y la profesión a lo largo de la historia.
A continuación el autor presenta cuatro apartados en los que se relacionan las escuelas y el deporte como base de sus comentarios:

El deporte escolar.
Las creencias sobre el valor educativo de la competición.
Los intereses que rodean al deporte realizado en la escuela.
El entrenamiento versus la educación en el deporte.
La racionalidad en la enseñanza de los juegos deportivos.  

El deporte escolar

En un sentido restrictivo, escribir sobre el deporte escolar es referirse a una serie de campeonatos deportivos creados para el alumnado de los centros educativos que desee participar en competiciones extraescolares. En un sentido amplio, escribir sobre el deporte escolar también  es escribir sobre la escuela, la educación física, las personas implicadas y la sociedad en su conjunto. 
El deporte escolar, como organización que se apoya en los centros de ense­ñanza de España, arranca de los Juegos Escolares de la época franquista y, sal­vando las diferencias se prolonga a la época democrática con el nombre de Deporte Escolar. Aunque estas formas de organización pedagógica del deporte _no_ alcanzan los niveles de otros países desarrollados y sus actividades se realizan fundamentalmente a nivel extraescolar acabaron por institucionalizar el deporte competitivo en las escuelas. En este contexto, aumentan las probabilidades de relacionar las competiciones deportivas extraescolares con la práctica deportiva de las propias clases de educación física, sin marcar diferencias claras y siguiendo los cauces que marca la visión competitiva o profesional domi­nante.
No resulta extraño que la competición en las escuelas se vea como algo natural que produce excelencia y se relaciona con ciertos valores y creencias.

Las creencias sobre el valor educativo de la competición

Según Sparkes,  la institucionalización de la actividad competitiva se defiende con las siguientes creencias: a) que la competición infunde ciertas cualidades deseables ligadas a la formación del carácter; b) que la competítividad, con el énfasis en la victoria, conduce a la excelencia; y c) que como la vida social es altamente competitiva, la actividad deportiva prepara al individuo para el éxito social.                       
Al tratarse de supuestos fuertemente arraigados en el sentido común de la gente y la profesión y, por lo tanto, de gran influencia en el currículum de la educación física, el autor los analiza con más detalle.

¿El deporte forma el carácter?

La afirmación de que la práctica deportiva construye o forma el carácter, es decir, que infunde las cualidades deseables de la disciplina, el coraje, el altruismo y el sentido del juego limpio, entre otros, es una idea heredada de principios de siglo y exportada del ámbito anglosajón a otros contextos y culturas. Así, por ejemplo, George Hebert, que diferenciaba entre deporte verdadero o educativo y deporte desviado o descarriado, consideraba que el primero de ellos formaba parte de la educación física porque desarrollaba las aptitudes físicas y las cualidades de acción o viriles orientándose  todo ello hacia un fin, «una idea moral directriz (que) lo orienta hacia en fin benéfico, siendo esa idea moral: el altruismo».
Además de vincular d deporte, y en general toda la educación física, a un fin moral, éste se relaciona con una  serie de cualidades viri­les (energía, valor, voluntad, etc. ) atribuidas a la masculinidad. De alguna manera, la idea de que el depone forma el carácter se sustenta en una larga histo­ria de exclusión femenina del deporte, lo que lleva a pensar a mucha gente que se trata de atributos masculinos, perpetuando así formas sexistas de valoración de las personas.
Las críticas a este supuesto son variadas y provenientes de distintos campos. Los psicólogos Turko y Ogilvic  se manifiestan de la forma siguiente:

No hemos encontrado ningún apoyo empírico para la afirmación tradicional de que el deporte construye el carácter—. Parece ser que la personalidad del atleta ideal no es el resultado de cualquier proceso de modelamiento, sino que surge del despiadado proceso de selección que ocurre a todos los niveles del deporte.

En esta misma línea, los sociólogos sugieren que la participación en el depone puede debilitar ciertas actitudes sociales vinculadas al hecho de compar­tir, cooperar y ayudar. Y también es cuestio­nado por los filósofos, entre los que se destaca Charles Bailey, quien consi­dera que las reglas que gobiernan los juegos deportivos son reglas funcionales y no reglas morales.
Sparkes  dice que, en el supuesto de que los/as participantes manifiesten ciertos rasgos desea­bles, no significa que la participación en el deporte cause esos rasgos.
Corno en cualquier actividad de la vida, el deporte puede transmitir valores deseables o no deseables. La simple participación deportiva no puede conside­rarse una educación moral. Otra cuestión muy diferente es tomar al deporte como un contexto en el que el profesorado desarrolla su actividad docente den­tro de unos cauces éticos y el alumnado pone en práctica la moralidad en térmi­nos de un comportamiento responsable.
Los valores morales no están en la simple práctica o participación, sino en el conjunto de relaciones interpersonales del contexto social del deporte que es inseparable de la implicación práctica.



¿La competición produce excelencia?

La actividad competitiva puede producir y, a menudo, produce excelencia pero, como suele ocurrir, puede tener un efecto negativo en el proceso de bús­queda de la excelencia, sobre todo con los niños y niñas. De ahí la necesidad de hacer algunas matizaciones a la relación entre competición y excelencia

      1) La competición puede llevar a un énfasis en la superioridad o el elitismo en lugar de conducir a una excelencia en su sentido más absoluto. La competición se concibe como una lucha consciente entre dos partes que cul­mina con el establecimiento de la supremacía de una de ellas y, esta noción de lucha, implica la conciencia de una fuerza contraria donde el éxito depende del fracaso de los otros. A esto se le conoce como una
situación de “suma-cero” porque la existencia de un ganador se equilibra, con la de un perdedor.                  
La búsqueda de la excelencia es una condición en la que el
esfuerzo de un individuo se dirige a la consecución de un modelo o meta sin ninguna  referencia particular al resultado de otros. Esto está íntimamente vinculado
a la idea de la mejora personal ante un reto y, aunque exista una forma de lucha,
se trata de una lucha personal. Esa búsqueda supone que el logro será independiente
de la conducta de cualquier otro participante. Por lo tanto, el logro se
establecerá en relación con criterios personales, surgidos de las expectativas pro­
cedentes de experiencias personales pasadas, y no con criterios prácticos procedentes de la comparación con otras personas.
2) La victoria y el ganar por encima de todo suelen convertirse en la única meta de la competición. Esto puede llevar a la producción de una innecesaria,  peligrosa y excesiva especialización en un solo deporte o incluso en una determi­nada posición o puesto dentro de un deporte. El énfasis en la victoria puede hacernos olvidar la variedad de intereses y motivaciones con que se participa en el deporte escolar: unos equipos van a divertirse y participar y otros a conseguir el campeonato; unos incluyen a todos los alumnos/as que quieran participar y otros a los mejores y más desarrollados físicamente en esas edades; unos van a jugar al deporte o deportes en que participan y otros a no dejar jugar para, apli­cando defensas individuales, pressing e intimidación personal, ganar el partido o la prueba por la máxima diferencia.
3) Los/as deportistas de alto nivel o de élite suelen proponerse como modelos sociales de excelencia y formación del carácter, cuando se ignora todo el proceso que han seguido para alcanzar el éxito. Sparkes  señala que esos papeles-modelo, aunque  despierten el interés  de algunos, puede ser de limitada utilidad en la creación de intereses a largo plazo. Muchos niños y niñas pueden empezar a practicar algún deporte, soñando con imitar a su héroe o heroína particular, pero se ven desalentados cuando descubren que no son los mejores del colegio o se dan cuenta de que, para tener éxito en la competición, se requiere un compromiso que restringe seriamente su implicación en otras actividades.
Los niños y niñas pueden participar en las actividades competitivas para satisfacer algunas necesidades personales (p. ej. afiliación, estrés y excelencia)  pero el excesivo énfasis en la competición puede negar estas necesidades, llevando a muchos de ellos o ellas a dejar de participar.
4) La competición deportiva puede actuar como homogeneizadora de diversi­dades corporales y universalizadora  de un único lenguaje corporal si no se diversi­fican las actividades físicas y corporales. Esto se debe a que la búsqueda de récords y ganadores/as exige que se igualen las condiciones para todos, es decir, que se estandaricen las condiciones en las que se desarrolla la acti­vidad, aspecto éste que, como apunta Coakley, influye más en el desarro­llo de personas conformistas que creativas.
Debe quedar claro que la competición no produce necesariamente excelencia y que uno puede buscar la excelencia sin implicarse en la competición. Por lo tanto, las reflexiones del profesorado de educación física deben dirigirse al énfasis competitivo, aquél que se centra en la prevalencia, el dominio y la supremacía, para así cambiarlo.

¿El deporte prepara para la vida?

Mucha gente cree que la vida social es muy competitiva y que sólo los fuertes y capaces sobreviven. Creen incluso que el deporte es similar a la vida y que es un lugar de entrenamiento adecuado para participar en la vida adulta. Esa visión indica la gran influencia de las teorías de la evolución de Darwin en la sociedad occidental, y su aplicación al mundo educativo, científico e industrial bajo la forma de darwinismo social.
No obstante, Sparkes (señala que la idea fundamental de Darwin fue que la supervivencia de una especie dependía de su capacidad de adaptación, ahora bien, esta capacidad de adaptación no significa que el progreso humano haya acontecido mediante una intensa competición, sino principalmente mediante la cooperación, la inteligencia y la responsabilidad interpersonal. Probablemente, el éxito individual y grupal depende más de la capacidad de iniciar y mantener relaciones cooperativas que competitivas.
Entre el profesorado de educación física parece incongruente que, quienes están constantemente enfrentando a sus alumnos y alumnas con estructuras competitivas, consideren que la competitividad que aparece en el sistema de oposición para conseguir una plaza de profesor/a no sea indicativo de su profesíonalidad. Por lo tanto, aunque muchos adultos vean bien las virtudes de la competi­ción incontrolada cuando incumbe a otros, están dispuestos a eliminarla o disminuirla sustancialmente cuando concierne a sus propias vidas.
La supuesta similitud entre la competitividad del deporte y la de la vida cotidiana ha sido ampliamente discutida. Aunque en ambos casos la gente se enfrenta a retos, se trata de retos diferentes. En el depone, los oponen­tes se enfrentan directamente, no hay dudas sobre el momento en que finaliza el juego y quién ha conseguido la victoria. La vida de todos los días es compleja, muy ambigua e incierta y difícil de comprender, mientras que el deporte es sim­ple, poco ambiguo e incierto y fácil de comprender. Además, las acciones de la vida cotidiana poseen un componente moral real y sus consecuencias son potencialmente muy serias, mientras que las acciones en el deporte tienen un componente moral que normalmente se circunscribe a una situación deportiva muy particular y sus consecuencias no van más allá del ámbito deportivo.

Los intereses que rodean al deporte realizado en la escuela

Tradicionalmente, el deporte escolar y en gran parte el realizado en la educación física ha servido de cantera para alimentar el depone de alta competición. Este interés seguía la lógica de «a mayor número de practicantes más probabilidad de obtener grandes campeones», y ésta se apoyaba en un modelo de estructura piramidal cuya amplia base la ocupaba la educación física y el vértice superior el deporte de competición o de élite De esta manera el sistema educativo se convertía en la estructura ideal y más barata para-reclutar a los futuros campeones deportivos, puesto que recogía prácticamente  a la totalidad de la población infantil y a gran parte de la juvenil.
Con el desarrollo económico y social de España, y la apari­ción de formas de detección y selección deportiva más rentables que la de movili­zar a una enorme masa escolar de participantes, el deporte escolar empieza a perder su función tradicional de reclutamiento para el deporte de alta competición.
En la actualidad, tal vez sean los padres y las madres quienes ejerzan una enorme
influencia para conseguir hijos/as campeona con la esperanza de conseguir algo que
dios no han podido alcanzar o de conseguir grandes dividendos alentados por los éxitos millonarios de los deportistas que muestran los medios de comunicación.  
En el caso del deporte infantil de la sociedad norteamericana, está llegando a utilizarse a los niños/as como animadores públicos. Aunque la organización del deporte del sistema educativo español no ha alcanzado el nivel nor­teamericano, parece seguir los mismos patrones, los mismos símbolos y metáforas propios de una sociedad capitalista desarrollada.
En una sociedad de consumo como la actual pocas cosas escapan a la comercialización y el deporte no es una excepción como han demostrado diver­sos autores marxistas. Sin embargo, no puede adoptarse una perspectiva determinista y aceptar que el deporte está totalmente condicionado por las fuerzas económicas que dominan la sociedad porque entonces se le está negando la capacidad de transformación y mejora al ser humano.

. Desde el punto de vista, del autor deben  establecerse estrategias y buscar caminos para que el deporte, y especialmente el deporte que se realiza en la escuela, no esté al servicio de los intereses del mercado y la industria del deporte, sino al servicio de todos, especialmente de los y las participantes.
A menudo se dice que los niños y niñas necesitan practicar deporte para satisfacer y experimentar el movimiento y poder desarrollarse personal y .socialmente. Pero esto no significa que deban practicar deporte, porque existen otras actividades físicas que podrían satisfacer la necesidad de movimiento. Otras veces se argumenta que a los niños les interesa el deporte porque lo están pidiendo constantemente, aunque suele ser así en el caso de los chicos y no de las chicas. En cualquier caso, lo que les interesa a los niños y niñas viene mediatizado por el aprendizaje social y el proceso de socialización.
Como señala Ommo Grupe, los niños/as están interesados en el juego, el movimiento y la satisfacción de su curiosidad, y eso no significa que se consiga necesariamente con el deporte y mucho menos con el que conocemos.
EJ deporte que puede necesitar y le puede interesar a los alumnos está ligado a la experiencia, la emoción y la satisfacción de ciertas necesidades personales como la afiliación, la auto-estima o el autoconocimiento.

El entrenamiento versus la educación en el deporte

Nigel Proctor señala que la educación física debe enfrentarse en la actua­lidad a un gran problema, lo que é denomina, el dilema de la dicotomía educación-entrenamiento. Se trata de un problema en el que parece tener una especial impor­tancia la extensión de la pedagogía por objetivos y la enseñanza de las habilidades técnicas de los juegos deportivos y los deportes en el ámbito de la educación física.
Según Stenhouse,   el entrenamiento es el proceso más simple de la educación. Se ocupa de la adquisición de capacidades técnicas, y a él se ajusta  bastante bien el modelo de una pedagogía por objetivos. Su finalidad es el rendi­miento, esto es, un comportamiento que puede expresarse mediante objetivos conductuales
 El entrenamiento es un concepto que se utiliza más adecuada­mente para la preparación de una actividad específica y en asociación con realiza­ciones automáticas, repetitivas y desarrolladas a partir de la imitación o el condicionamiento. Puede decirse, entonces, que la educación física se reduciría a un mero adiestramiento y siempre en conexión con logros cuantificables.
La socialización ocupacional  de la educación física, es decir, la forma en cómo se accede a la profesión, también contribuye a reforzar la imagen tradicional que la asocia al entrenamiento. Entre los estudiantes que acceden normalmente a la profesión se observa, en muchas ocasiones, un mayor interés por el entrenamiento deportivo que por la educación física. Es muy frecuente encontrar profesores que fuera del horario escolar se dedican a entrenar en alguna modalidad deportiva. En algunos casos, incluso utilizan la educación física como vehículo para alcanzar una posición de entrenador/a. Esta situación ha dado lugar al fenómeno conocido como conflicto de roles entre el papel del profesor/a y el del entrenador/a, extendiéndose el papel de este último hasta las mis­mas clases de educación física

La racionalidad en la enseñanza de los juegos deportivos

La enseñanza de los juegos deportivos y el deporte ha puesto un excesivo énfasis en la técnica deportiva como consecuencia del proceso de racionalización que ha seguido el deporte moderno desde sus inicios en los albores del siglo XIX.
La racionalización en el deporte, en tanto que tendencia a la utilización de métodos para mejorar el ren­dimiento y las condiciones del acto deportivo, no es más que la aplicación al campo del deporte de la general tendencia racionalizadora de la sociedad industrial.
. En este proceso intervinieron, desde principios de siglo, los avances cientí­ficos en la adquisición de habilidades motrices, el análisis del movimiento y la evaluación del rendimiento humano.
El avance de la ciencia y la propia necesidad de convertir a la educación física y el deporte en un campo con cierta respetabilidad científica y, por lo tanto, con cierto estatus y consideración social ha provocado que se le tome como un campo de ciencia aplicada. Se trata del modelo dominante sobre la concepción de las profesiones, que Schön denomina modelo de racionalidad técnica. Se trata del proceder racional caracterizado por la sistematización, la especialización, la categorización y la estandarización del conocimiento que entiende los problemas prácticos como simples problemas ins­trumentales y aislados del contexto donde aparecen.
Dentro de la enseñanza, la racionalidad técnica se manifiesta típicamente en el modelo de enseñanza por objetivos, donde los medios son instrumentos para conseguir un fin conductualmente especificado. En la enseñanza de los juegos deportivos, esta concepción acabó separando la teoría de la práctica, la condición física de la técnica y ésta de la táctica, y la habilidad técnica del contexto real de juego. El profesor/a se convierte en un experto que se apoya en la autoridad que le confiere el conoci­miento de unas habilidades técnico-deportivas de eficacia probada. Para los más críticos, se trata de una “racionalidad pura­mente deportiva”  que “infiltra toda la autoridad represiva del sistema social”.
Esta forma de enseñar/entrenar los juegos deportivos presenta importantes limitaciones ya que no tiene en cuenta ciertos factores característicos de los jue­gos deportivos, como son la complejidad, la adaptabilidad y la incertidumbre. Tampoco tiene en cuenta la naturaleza del conocimiento que se emplea en estas actividades, puesto que las aísla  del contexto y la práctica real del juego. Esta aproximación técnica de la enseñanza deportiva olvida, o relega a la mínima expresión, las características más preciadas en un juego deportivo y propias de la racionalidad humana: los pensamientos abiertos, la capacidad para responder a nuevas situaciones, la habilidad para reflexionar en y sobre la acción y la capaci­dad de imaginación y de creatividad.
Se trata de una aproximación que no da opción a que aparezcan las caracte­rísticas anteriores o, en el mejor de los casos, permite que aparezcan más tarde si se introduce la táctica. Se convierte así en una aproximación selectiva que da mayor opción a los alumnos/as habilidosos y más capacitados físicamente en ese momento (en edades típicas de iniciación deportiva), mientras que discrimina a muchos/as que podrían ser grandes creadores de juego y no poseen esas capacida­des, ya sea porque les resulte difícil conseguirlas o porque las desarrollan mas tarde.

Los juegos deportivos y los deportes en la educación física escolar

Toda educación, y por supuesto la educación física en un sentido general, está conectada con algo que es susceptible de ser valioso. Por lo tanto, una determinada educación se justificará en función de cier­tos valores.
En el contexto español están surgiendo recientemente interesantes estudios sobre los valores sociales y personales en el ámbito de la actividad física y el deporte. Pero el problema aparece cuando se trata establecer qué valores son los que deben servir de justificación a la educación física, en este caso la enseñanza de los juegos deportivos, cuando en las sociedades occidentales conviven múltiples tradicio­nes culturales.
Los filósofos de la educación y de la educación física empiezan por distinguir entre valores intrínsecos o autotélicos y extrínsecos o instrumentales para caracterizar la naturaleza de la educación. La primera categoría corresponde a aquellos valores que poseen una finalidad en si mismos  y la segunda a valores cuya finalidad está fuera de sí mismos.
A lo largo de su historia, la educa­ción física se ha relacionado y justificado por sus valores extrínsecos: preparación militar, desarrollo del carácter, salud, rendimiento físico, rendimiento académico y socialización entre otros.
El autor se propone mostrar dónde se encuentran las conexiones entre los valores intrínsecos, la educación física y los juegos deportivos.
Según Kirk  el trabajo realizado por distintos filósofos de la educa­ción en los años 60 y 70, en especial el de Hirst y Peters, sienta las bases de una concepción de la educación a partir de la cual otros autores se han aproximado al estudio del currículum. Peters señala que las activida­des que poseen valor en sí mismas deben reunir estas cuatro características:

            una actividad valiosa educativamente hablando será “seria” en el sentido de que puede “iluminar otras áreas de la vida” y,  de este modo, contribuirá a la calidad de vida; (b) poseerá un amplío contenido cognitivo o, como Peters lo denomina, una “perspectiva cognitiva” y un marco conceptual para ordenar y darle sentido a este conocimiento; (c) si se acomete apropiadamente, una activi­dad valiosa cambiará la visión que una persona tenga del mundo; y d)por último, sacará a la luz la verdad, y un “hombre educado” será alguien que se preo­cupe por la verdad.

Peters considera que los juegos deportivos, y por extensión todas las actividades físicas, no son actividades serias y valiosas como lo son las ciencias y la historia. No pueden iluminar otras áreas de la vida ni contri­buir a la calidad de vida y no versan sobre conocimiento proposicional o teórico. Este autor sólo ve valor instrumental en las actividades físicas, porque a través de ellas sólo pueden aprenderse cosas como gracia estética o salud.
Ante esta visión, Arnold presenta las siguientes cuatro críticas:

                        la educación se interpreta en términos de desarrollo mental y no en lo que es ser una persona completa con capacidades tanto para hacer como para pensar;
            lo cognitivo y lo mental se presentan sólo en un sentido intelectualista, donde tiene cabida el conocimiento teórico (saber qué) y no el conocimiento práctico (saber cómo);                           
            la educación está, por lo tanto, académicamente prescripta y posee poca educación práctica, cuando resulta que el deporte o la danza forman parte de nuestra cultura occidental y son elementos centrales de nuestro estilo de vida y fuente de interés y valor para muchas personas; y
            esta visión de la educación no desarrolla el conjunto de la persona, más bien descuida otros aspectos que son importantes para lograr una forma plena y más completa de la educación.

Muchos autores, como Arnold, han justificado el valor intrínseco de la edu­cación física y la mayoría parece coincidir en que, al igual que cualquier otra área o asignatura educativa, está predominantemente preocupada por el desarrollo del conoci­miento y la comprensión. Carr considera que la educa­ción física, además de cumplir los criterios intrínsecamente valiosos del conoci­miento y la comprensión, posee actividades que son importantes aspectos de la cultura de la sociedad. Para este autor la actividad física y los jue­gos deportivos reúnen las siguientes características:

               son importantes aspectos de la cultura de nuestra sociedad, y
               promueven el conocimiento y la comprensión.

La defensa de que la educación física y los juegos deportivos promueven el conocimiento y la comprensión se apoya en la idea de que las actividades físicas exigen conocimiento práctico, comprensión y conciencia conceptual como aspectos necesarios, aunque no suficientes, para la participación exitosa. Es en relación con el conocimiento práctico o saber cómo donde se encuentran la mayoría de las justificaciones intrínsecas de las actividades físicas que forman parte del currículum de la educación física. Para Arnold el conoci­miento práctico o saber cómo, si bien difiere del preposicional, teórico o saber qué, “no resulta menos importante en cuanto a la educación integral de una persona”.

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