lunes, 2 de julio de 2012

LO INSTITUCIONAL Y LO DIDÁCTICO ANGEL DIAZ BARRIGA


LO INSTITUCIONAL Y LO DIDÁCTICO
ANGEL DIAZ BARRIGA

EL EXAMEN
Ambigüedad conceptual
En este último capítulo tratamos la problemática de la evaluación. El criterio para la formulación de
este capítulo es presentar una síntesis de una serie de puntos de conflictos y de reflexión que hemos analizado , nuestras
indagaciones sobre el tema del examen-.
Preferimos la antigua denominación (examen), en vez de la reciente (evaluación) para delimitar el sentido que este instrumento tiene en la acción escolar. En este documento, por lo tanto, no se aborda el problema de la
evaluación educativa en su conjunto, sino solo lo que se puede llamar evaluación del aprendizaje y, más concretamente, el examen y su papel en la historia de la pedagogía. Nuestro intento de mostrar diversas búsquedas en torno al campo de la evaluación, explica por qué el material que expondremos no guarda una unidad conceptual. Para ayudar a la comprensión del texto lo hemos organizado en siete rubros. Cuando uno se aproxima a la pedagogía contemporánea, la primera cuestión que salta a la vista es la
ambigüedad de su lenguaje, la polisemia que lo caracteriza (sus términos significan demasiadas cosas).
Esta polisemia subyace en los conceptos propios de la pedagogía pragmática del siglo XX: evaluación,
currículo, tecnología de la educación, planificación.
Para algunos autores estadounidenses la expresión evaluación educativa se empieza a usar en
los Estados Unidos en la década del cuarenta. Esta afirmación requiere de otras precisiones. La historia de los términos
evaluación y currículo refleja una nueva visión de la pedagogía que se genera en el país del Norte durante este siglo. Una visión
de la pedagogía cuya imagen central es la científica. Sin embargo, ambos son términos ambiguos.
El concepto evaluación se utiliza inicialmente para referirse a cuestiones del aprendizaje. Sin
embargo, hacia la década del sesenta se desfigura y configura con otros significados. Se desfigura porque no se referirá en lo
futuro sólo al aprendizaje y se configura porque transciende la evaluación del rendimiento escolar hacia la evaluación educativa.
Ahora se pretende evaluar al docente, al método, al programa, a la institución, al plan de estudio e, incluso, al propio sistema
educativo. Esto hace perder a la evaluación sus posibilidades, su identidad y, sobre todo, su precisión respecto a su objeto de
estudio.
Cuando el término evaluación se refería al aprendizaje, todo el mundo tenía más o menos claro su objeto de e
teorías, métodos y procesos técnicos empleados para la realización de esta actividad. Todo lo cual ha presionado a la evaluación
para que se conforme como un ámbito disciplinar específico. Stufflebeam manifiesta que se ha profesionalizado el campo porque
han surgido especialidades del mismo. Sin embargo, simultáneamente, el ámbito de la evaluación se muestra en crisis,
desdibujado en su estructuración, sin claridad ni de propuesta metodológica, ni de referentes conceptuales.
Así, parece un terreno de aplicación de metodologías y técnicas muy variadas. En el fondo de esta problemática subyace una
dificultad para dar rigor al campo conceptual y a la actividad evaluatoria.
Hacia una genealogía de conceptos
Es necesario aceptar que, bajo el significado explícito de evaluación se esconde uno implícito determinante.
Esta línea de reflexión se inscribe en una genealogía de conceptos de clara inspiración foucaultiana.
Por medio de ella pretendemos efectuar una genealogía de conceptos en la pedagogía. Tal genealogía permite mostrar cómo,
durante el siglo veinte, emergen, en el ámbito de la educación, un conjunto de conceptos nuevos impregnados por lo social (su
característica peculiar) y que representan una mirada diferente de lo educativo.
La Didáctica General (1934) de Clotilde Guillén de Rezzano, por ejemplo, no hace referencia a
términos como: planificación, currículo o evaluación. En el siglo XIX, autores como Herbart o Dilthey no mencionan tampoco la
evaluación, ni la planificación. Estos términos no nacieron con la primera formulación de la pedagogía. Una genealogía de
conceptos permite descubrir en que momento emergen, cuál es su significado y cuales sus determinantes sociales. En esta
dirección, encontramos que algunos conceptos ligados a la palabra evaluación -como rendimiento escolar- tiene claro significado
fabril. Primero se habló de rendimiento del obrero, y solo desde ahí se trasladó al ámbito de la educación, como rendimiento
escolar. En Didáctica Magna, de Comenio (1657), no aparece el término rendimiento escolar. De lo que en ella se habla
es de examen y este concepto guarda un sentido metodológico ligado al aprendizaje.
Esta aproximación genealógica a los términos de la educación, no implica regresar mecánicamente a
la didáctica de los siglos pasados. No se trata de un regreso a las fuentes, como una melancolía del pasado o como un retorno a la
verdad. Vale la pena aclararlo. El desarrollo de una genealogía de conceptos en la genealogía pretende establecer condiciones
para comprender el sentido social que subyace en la emergencia de nuevos conceptos en tanto no comprendamos la articulación
de tal sentido social, se pierde la posibilidad de analizar el sentido implícito al que responde un concepto.
Para comprender el significado implícito de la palabra evaluación se requiere recurrir a un concepto que la administración
científica del trabajo construyó en 1918. En ese año, ante la necesidad de establecer los principios científicos de la administración,
se crearon una serie de etapas que posteriormente afectarían a la didáctica en su conjunto. Fayol estableció los siguientes
principios que, finalmente, cuando se generalizan, se conocen como: planear, realizar y evaluar. Sin embargo la última etapa
de sus principios fue definida inicialmente como control. Tal conceptualización de control es la que subyace en el campo de la
evaluación. Fayol expresa: «El control consiste en comprobar si todo ocurre conforme al programa adoptado, a las órdenes dadas,
a los principios admitidos; el control tiene como objeto señalar faltas y errores a fin de que se pueda reparar y evitar la
repetición».
Si en esta concepción reemplazamos control, por evaluación accedemos a una definición moderna de evaluación educativa. Una
genealogía de conceptos muestra que el lugar que ocupa la actualidad el término evaluación responde a la idea- de control, que
esto es lo que busca realizar. Se trata de establecer, bajo la idea de evaluar, una serie de actividades de control hacia el alumno,
hacia el docente, hacia el propio plan de estudio y hacia la institución educativa. El control se aplica indistintamente a personas,
instituciones y proceso. Sin embargo es mucho más simple operativizar el concepto hacia el docente y el alumno como sujetos de
la educación, que a los demás elementos (institución, plan de estudios, contenidos, etcétera).
Dos aproximaciones a una historia del examen
La historia del examen puede ser vista desde dos aproximaciones. Reconocemos que actualmente no hemos podido conciliar
ambas perspectivas. Por ello las presentamos independientemente una de la otra.
Génesis social y conversión metodológica
Una primera forma de aproximarse a la historia del examen consiste en estudiar sus génesis en el campo de la pedagogía,
analizar cuáles son los grandes hitos que alcanzan estos instrumentos en la historia de la educación, revelando mucho de lo que
la actual acción educativa a perdido respecto de él.
El examen no nace en la práctica educativa ni el seno de la relación educativa; al contrario, surge como un instrumento
social. Emerge, hacia el año 1200 antes de nuestra era, como un problema de la burocracia china en la selección de personas para
el servicio de una casta a otra. Así lo reporta Max Weber cuando, en Economía y Sociedad expresa:
"Para eludir la constante amenaza de apropiación de cargos, impedir la formación de clientelas y de monopolios de
notables, el poder patrimonial de la China Imperial tomó estas medidas: 1) Nombramientos a corto plazo; 2) Exclusión del cargo
donde el funcionario tenía parientes; 3) Vigilancia de espías, agregando por primera vez en la historia la exigencia de examen."
Este dato es importante en tanto permite mostrar que el examen no nace en la relación de transmisión.
Llamamos transmisión al acto escolar que coloca al sujeto en la posibilidad de adquirir conocimientos ya
establecidos. El examen nace como otra exigencia, la social, y ciertos vicios de éste surgimiento los incorpora en su tránsito a la
educación.
Según nuestra indagación, antes de la Edad Media no existía nada en la práctica educativa que permitiera inferir en ellas la
existencia del examen. Durkheim, en su Historia de la educación y de /as doctrinas pedagógicas, expresa que en la universidad
medieval aparece el examen vinculado con la práctica escolar. Pero añade estas tres precisiones:
1) Sólo hay tres exámenes: el de bachiller, el de la licenciatura y el de doctor. Así, no se puede hablar de una examinación
continua;
2) sólo se dejaba presentar exámenes a aquellos candidatos de los que se estaba seguro que podían salir airosas. No se
puede negar que detrás de esta práctica hay un cierto control social, pero el control no se da en el propio acto de examen;
3) es necesario recalcar que una función de este examen, es mostrar en público el grado de madures intelectual que
adquirió un estudiante.
Al respecto, conviene recordar que la universidad medieval no es una institución del Estado nacional, esa universidad no
significa nuestra universidad contemporánea. El examen no era exactamente el instrumento que califica o acredita, sino un
instrumento que muestra en público el grado, el dominio de habilidades cognoscitivas que ha desarrollado un sujeto. Según
Durkheim hacia el signo XV, el examen se pervierte en las universidades, cuando se vuelve un espacio para ridiculizar al sujeto,
formularle preguntas que lo pongan en aprietos, hace lucir al jurado en detrimento de que el individuo muestre su conocimiento,
y de la manifestación pública de la madurez académica que ha adquirido.
En el siglo XVII con la génesis de la didáctica durante el conflicto Reforma-Contra-reforma, surgen dos procesos divergentes
de institucionalización de examen: en uno se considera un problema metodológico (Convenio en su Didáctica Magna, 1657), en
otro, una supervisión permanente (La Salle en la Guía de las escuelas cristianas, 1720).
Según Foucault La Salle establece el examen como un instrumento de vigilancia continua e ininterrumpida. Hay que hacer
un examen de cada asignatura cada día de la semana, con lo que todos los días de la semana se realizan exámenes. Los
resultados son entregados semanalmente por el director, en donde se estimula a los que obtiene mejores resultados y se reprende
en público a quienes-se atrasan.
Para Comenio el examen juega un papel metodológico. En la propuesta educativa de este autor, el maestro posee el método
como instrumento profesional. Su resguardo para trabajar con el alumno es el método y el examen forma parte de lo
metodológico. Pero, ¿qué sentido guarda el método en esta propuesta? Se trata de que el maestro enfrente cualquier problema de
aprendizaje desde lo metodológico. Esto explica algunas prácticas que sugiere Comenio en relación con el examen, tales como que,
una vez resuelto éste, se pida a un alumno que desafíe a otro y en público den la respuesta; y, al mismo tiempo, se le exige al
educador que cuide que todos los demás alumnos corrijan en sus cuadernos; de manera que después de dos o tres parejas «nada
quede por corregir en ellos».
Es muy interesante este sentido metodológico del examen porque sus resultados no se califican ni permiten una promoción.
Esta cuestión, aunada a la prescripción del autor de no castigar a causa de los estudios, porque sólo se generaría una aversión
hacia ellos, coloca al método en el centro del trabajo docente.
Esto es los que los pedagogas formados en la tradición humanista le cuestionan a la aparición contemporánea del examen.
Hernández Ruiz expresa que, cuando aparece el examen contemporáneo en la educación -esto es, cuando aparece el examen
desligado del método, ya como la parte final de la enseñanza, ya como la parte que otorga la promoción- el maestro se deja llevar
por un facilismo pedagógico En este facilísimo pedagógico, cuando el alumno no entiende, se lo manda a examen y cuando no
quiere estudiar, lo obligan mediante la calificación.
Incluso, Muller expresa que en el siglo pasado, con la aparición de la calificación, los alumnos perdieron el placer de
aprender, porque se preocuparon sólo de lo que se toma en cuenta en el examen final. En este sentido, se perdió la posibilidad de
discutir y entender un conocimiento.
Es necesario reconocer que las calificaciones no estuvieron ligadas, ni a la acción educativa, ni a la historia de la educación.
Su origen es social y se remonta a la exigencia del Estado nacional de certificar (mediante un diploma) los conocimientos
adquiridos en la escuela. Esta situación ocasionó en el siglo pasado que se separase el examen de la metodología y se convirtiese
en una instancia independiente a posteriori de la cual se deriva una calificación como promoción.
Este conjunto de problemas hace imposible que el examen cumpla necesariamente su rol educativo.
¿Examen o evaluación del aprendizaje?
Otra veta de la historia de la evaluación consiste en establecer una genealogía de algunos conceptos claves. Para ello se
puede analizar la separación temporal que existe entre examen, acreditación, tests y evaluación. Presentamos previamente un
esbozo de la incorporación del examen en la universidad medieval y la modificación de su sentido en el conflicto Reforma-Contrareforma,
así como la aparición de la calificación en el siglo XIX.
Por su parte en el siglo XX la teoría del test incorpora la suposición de medir un aprendizaje. Así, el paso de la pedagogía
humanista a la pragmática significa el tránsito de una noción amplia de formación hacia otra de aprendizaje como cambio de
conducta, susceptible de ser medible y verificable. El aprendizaje dejó de ser una cualidad y se convirtió en una cosa
cuantificable que puede ser medible. La incorporación de la teoría del test en la práctica escolar implica la aceptación de una
visión experimental de los programas de estudio: muestrear el contenido, validar instrumentos, determinar atributos y
operaciones, aplicar la estadística descriptiva para valorar el instrumento y asignar la calificación.
Esta lógica se encuentra básicamente en los manuales de evaluación del aprendizaje. Identificamos muchos aspectos
repetitivos en estos libros de evaluación, porque no analizan los presupuestos conceptuales de los que parten, ni incorporan el
debate en relación con la teoría política que subyace a la teoría de los tests. Teoría que posibilitó legitimar como naturales, esto
es, de orden biológico, desigualdades sociales. De esta manera-, la teoría del test es una teoría política. Algunos autores
estadounidenses lo han llegado a afirmar de un modo realmente contundente: Es significativo que estos autores no procedan del
ámbito de la evaluación escolar.
Para Bowles-Gintis, la teoría del test permitió «establecer sutiles vinculaciones entre delincuentes, pobres y poco
inteligentes».
Esta ideología se apoya en tradicionales concepciones racistas de la cultura anglosajona. Bajo esta perspectiva, según
Kamin,
«...se llegó a privar del instinto sexual - esto es, evitar la procreación - a un conjunto de personas. El psicólogo Terman los
justificó de esta forma: si queremos preservar nuestro estado, para una clase de persona dignas de poseerlo, hemos de evitar, en la
medida de lo posible, la propagación de degenerados mentales. Así, bajo principios altruistas se aprobaron una serie de leyes que
obliga a la esterilización de niños de tal forma que, el Dr. Flodd en un, trabajo informaba de castración de 26 niños ...24 fueron
operados debido a su persistencia, epilepsia y masturbación con debilidad mental».
Estos autores tratan de mostrar como el test es fundamentalmente un instrumento de política social. Para nosotros, cuando
se incorpora al rendimiento escolar conserva esta impronta. Por ello presenta las desviaciones individuales como propias de la
naturaleza humana, donde lo social no puede hacer nada. Por demás esta reconoce que ésta es la sustancia del pensamiento
neoconservador de origen fondomonetarista instaurado desde los ochenta en América Latina. Pensamiento que pretende que sólo
estudie aquel con condiciones de inteligencia y medios económicos para hacerlo.
Es significativo también que los movimientos estudiantiles de fines de los ochenta (París, Madrid, México 1986-87) sean una
expresión de denuncia contra este pensamiento neoconservador, en particular contra el régimen de exámenes que de él se deriva.
Esto debe ser leído como un síntoma, lo que los alumnos están denunciando es un instrumento de selección social.
Con posterioridad al uso del test, ya, en la década de los años cuarenta se incorpora la noción de evaluación; ésta aparece
como más científica y neutra, pero recoge el sentido implícito de control de la administración científica del trabajo y la medición
de la teoría del test. A la vez, la noción de evaluación posibilitó la construcción de un nuevo objeto de acción en relación con el
examen.
Cuatro enunciados básicos
La reflexión sobre los problemas y procesos que se dan entorno al examen suele ser muy extensa. Efectuaremos algunos
enunciados básicos intentando enfrentar un conjunto de representaciones que socialmente se construyen en relación con el
examen como instrumento social y como técnica educativa.
Primero: es falso el principio de que, a mejor sistema de exámenes, mejor sistema de enseñanza.
Este principio tiende a privilegiar el síntoma y no a conocer el problema. A causa del escaso aprovechamiento que realizan
los alumnos del sistema de enseñanza, es conveniente recordar cómo ya en el siglo XVI, la didáctica entiende que tales
dificultades desafían los métodos del maestro llamándolo a enfrentarlas de manera creativa con su instrumento profesional de
trabajo. Cuando a través del método, se logra que el alumno desarrolle procesos de apropiación del conocimiento; estrategias
analíticas de manejo de la información, no se puede recurrir a un sistema de exámenes en el que sólo se solicita que repitan.
La educación no se modifica por la rigurosidad del sistema de exámenes sino por los cambios en la propuesta metodológica.
Por esto resulta importante volver a leer a Comenio en nuestro siglo, desde nuestros problemas, y efectuar un sólido análisis de
su propuesta.
Segundo: se puede afirmar que toda noción de examen lleva de forma implícita una de aprendizaje.
Parafraseando a Bourdieu, en todo examen y en toda pregunta del mismo actúa una noción de aprendizaje.
Así también se podrían analizar las preguntas que se hacen en una prueba escrita y la forma que cada maestro tiene para
examinar. Esto nos permitiría entender los conceptos de aprendizaje que tienen el docente, la institución educativa y la sociedad.
Si el maestro pide que el alumno repita información es porque tiene un concepto memorístico de aprendizaje, aunque en sus
declaraciones exprese que se adscribe a una concepción psicogenética o cognoscitiva del aprendizaje.
Tercero: el examen no puede ser justo ni puede ser objetivo.
El problema de justicia es un problema social, no hay forma de que el examen se lo resuelva. Más bien, sobre todo en fa
historia del examen contemporáneo, éste sirve de legitimador "académico" de un conjunto de desigualdades sociales. Por ello, en
otra parte hemos planteado que a través del examen se invierte la problemática y los problemas que originalmente son de índole
social se presentan como si fueran de índole pedagógica.
Por su parte, la objetividad supone la distancia del objeto en el acto de conocimiento. Se trata de una posición vinculada con la
teoría de la ciencia, que postula la posibilidad de la separación entre sujeto cognoscente y objeto conocido. Sin embargo, en las
ciencias del hombre, la posibilidad de establecer el punto límite entre sujeto y sujeto de conocimiento es muy difícil. Así el acto de
conocimiento en el examen da cuenta de una relación particular entre sujeto cognoscente (examinados) y sujeto concreto (alumno)
donde ambos se influyen mutuamente. Además es difícil que los elementos que muestra el examinado den cabal cuenta de un
proceso mucho más complejo. De esta manera, el problema de la objetividad debe ser discutido desde las posiciones que analizan
la compleja dinámica del ser humano.
El problema de la objetividad es nuevamente discutido en el ámbito de las ciencias del hombre, por que la objetividad no
puede escindir la subjetividad, ya que el hombre mismo está constituido a partir de la subjetividad. El examen es una situación
que coloca en relación con dos o más subjetividades. Sólo desde lo subjetivo se puede conocer al otro. Esto es, se conoce al alumno
desde una relación con el docente, es decir, una relación de subjetividades. Sólo reconociendo la forma como ésta problemática
subyace en el acto del examen se podrá llegar a una diferente objetividad de conocimiento.
Frente a esta situación, resulta ingenuo el planteamiento de muchos manuales que insisten en que, al calificar, no se vea el
nombre del alumno. En otra perspectiva se puede considerar, que ver el nombre del alumno ayuda al docente a saber con quien se
está interactuando, ayuda a recordar qué tipo de búsquedas tiene ese alumno, que tipo de problemas detecta en ese sujeto, y
favorece una comunicación más explícita con él. No queda claro por qué no es conveniente decirle al alumno: "Te esforzaste en el
curso, pero aquí no resolvés esto, no resolvés aquello"; " En el curso rendiste mucho mas que aquí en el examen". ¿Por qué nuestra
opinión y nuestro comentario no lo podemos compartir con él?
Cuarto: a través del examen se pervierte la relación pedagógica.
La relación pedagógica se centra en el propio acto de transmisión ;en él vinculo que establecen docentes y alumnos; en que
ambos se reconozcan como personas y como sujetos complementarios; esta situación promovería en sí misma lo que Comenio
señalaba como un elemento básico en la tarea educativa: "Despertar el deseo de aprender del estudiante". Pero la noción
contemporánea de examen ya no requiere que el docente se preocupe por despertar este deseo de aprender porque, en última
instancia, el examen le da un arma para decir: "O aprendes o te pongo mala nota".
En el momento actual cuando el docente se encuentra con un problema de aprendizaje - por ejemplo: los alumnos no hicieron
la tarea o no atienden la clase- en vez de pensar ese problema como un síntoma que debe ser decodificado, descontruido, para
poder intervenir, sancionar a través del examen: " Si no lo entregan, tienen una mala nota"; "Esto se va a promediar y si falta una
nota de promedio les baja". O directamente, "La hora que viene hay prueba escrita".
La falta de estudio del alumno tiene que ser leída como un síntoma social, no forzosamente sólo como un síntoma individual.
También podría ser leída como un síntoma de la relación del sujeto con un conocimiento en particular, o con un docente en
particular. Es necesario analizar lo que decía Hernández Ruiz: "El examen convierte la acción educativa en un facilísimo
pedagógico", porque, ante estos problemas, el docente ya no analiza lo que está pasando, sino que sencillamente sanciona.
La inversión de las relaciones pedagógicas
Hemos hablado de inversión de relaciones para señalar cómo cuestiones de diversa índole se desplazan hacia el ámbito
del examen y se condensan en el mismo como si pudieran ser resueltas en él.
En el examen operan una serie de inversiones pedagógicas:
- Convierten en relaciones de poder las relaciones de saber.
El aula se transforma en un escenario de lucha entre el alumno y el docente por la calificación («A ver sí saco un punto más».
« A ver si lo engaño» - piensa el alumno-.» No me voy a dejar pasar», « Ustedes son unos vagos «, «Es la única forma que tengo de
que trabajen» - piensa el docente-.)
Convierte los problemas sociales en problemas técnicos.
Los problemas sociales de la evaluación se refieren a diferentes niveles culturales con los que llegan los alumnos, sus
imágenes familiares, el capital cultural que poseen, el medio en que se desenvuelven. Las posibilidades que tiene el alumno que
tiene el alumno de acceder a información dependen en buena parte de su nivel cultural, y de sus condiciones socio-económicas.
El examen hace caso omiso de estas cuestiones y las trata como problemas técnicos: « Resolviste una pregunta o no la
resolviste». Desconoce diferencias. Ante el examen, todos deben rendir por igual.
Reduce los problemas metodológicos a problemas de rendimiento.
El alumno se pasa la clase atendiendo sólo a lo que « le van a tomar «. Si viene en el examen, es importante. En algunos
casos podríamos reconocer que el docente enseña en función de lo que va a tomar, no en función de una problemática ni en
función de los sujetos, sino en función de lo que se va a pedir en el examen.
El resultado de estas inversiones es la pérdida del sentido de la educación.
Una distinción entre evaluación y acreditación
Sigue siendo válida la distinción que establecimos entre evaluación y acreditación. Esta distinción permitiría darle a la
evaluación un sentido que no tiene. Actualmente la evaluación se concibe como interpretación de medidas, o bien como control.
Para Stufflebeam lo importante en la evaluación sistemática es la información que necesita el tomador de decisiones. En realidad,
niega la posibilidad de realizar un acto de conocimiento sobre la educación y no discute quién se hace cargo, de la información que
no es considerada útil para la toma de decisiones para, por otra parte, buscar una mejor comprensión de la totalidad de un
proceso educativo.
Desde nuestra primera aproximación establecimos que el objeto básico de la evaluación es proporcionar elementos
para la comprensión de lo que sucede en el aula. La evaluación como acto de conocimiento nos ayudaría a conocer qué está
pasando en el aula, qué tipos de mecanismos de aprendizajes tienen los alumnos, cómo ingresaron al curso, y qué formas de
desarrollo personal han ido adquiriendo. Así se puede considerar a la evaluación como un acto de interrogación; como un acto de
problematización que posibilita el entendimiento de lo que está pasando.
Otra cuestión es la acreditación. La importancia de separarla de la evaluación en que la acreditación responde a una lógica
institucional, no del aprendizaje. En la historia de la escuela, a parece en el siglo XIX para otorgar una nota que posibilite la
expedición de un certificado escolar. La incorporación de la calificación en el acto educativo responde al proceso de
institucionalización de sistema escolar, en el que a través de la designación de una nota se certifican determinados conocimientos.
Es necesario tener presente que no se puede eliminar la calificación del sistema escolar, no basta con un análisis histórico
para proponer su- desaparición. La acreditación cubre un papel social, institucional y personal. A través de ella se valora o
devalúa- a un sujeto. Pero necesitamos afirmar que es una perversión que un sujeto vea representado su esfuerzo en una
calificación; significa un acto de total alienación. Lamentablemente, después de cinco o diez años de escolaridad se logra esta falsa
identificación: « la nota soy yo; por lo tanto, una mala nota significa lo poco que valgo, o una buena calificación refleja lo mucho
que soy».
Es importante separar la acreditación de la evaluación, para tener un escenario claro, que parta de ciertas reglas explícitas.
En ellas deben fijarse requisitos y actividades a realizar para tener derecho a la acreditación. Aquí, el concepto examen ya no
sirve, porque se refiere al último tramo de la acción educativa. El estudiante podría efectuar varias tareas o trabajos en el
desarrollo del curso y no forzosamente exámenes a su término.
Scriven creó un concepto que no habría que perder: evaluación formativa. Con ello buscó que el estudiante no se jugara
toda la cuestión de la calificación en el último día de clases. Esto significa prever de alguna manera el desarrollo del curso. Es
conveniente insistir que en toda la exposición de este capítulo hacemos una referencia al examen, pero en este momento - desde el
punto de vista de la acreditación- el concepto examen no permite plantear una perspectiva amplia del problema. Porque el
examen es sólo el final; mientras que la acreditación puede ser el resultado de una serie de tareas y trabajos desarrollados en el
curso.Por ejemplo, en este libro nosotros tuvimos que recurrir a información puntual de una serie de autores, lo que nos obligó a
revisar sus escritos (no los citamos de memoria). Así, es necesario recordar que lo importante no es que el estudiante pueda
retener todo en su memoria, sino la manera como pueda acceder, usar y elaborar la información.
Hemos afirmado la importancia de aclarar desde el principio qué trabajos o tareas se van a tener en cuenta en la
acreditación, y cómo se va a desglosar, de manera que el maestro no improvise. Más aún, hemos insistido sobre la convivencia de
evitar la programación en torno a objetivos conductuales o de unidad tal como se postula habitualmente para los programas y, en
su lugar, formular un rubro en el programa de los colectivos docentes y del docente, donde directamente se manifiesten las
características que se exigirán para la acreditación del curso; no necesariamente habría que abandonar la posibilidad de aplicar
exámenes pero, en todo caso, el examen sería un instrumento que forma parte de un conjunto de acciones escolares en un
procedimiento que incluye otras actividades que den evidencia del aprendizaje para la acreditación.
La definición de acreditación se efectúa a partir de un rubro en el programa de estudios en el que, por una parte,
manifestamos los requisitos formales que hay que cubrir para tener derecho a la misma y, por la otra, las características
particulares exigidas. En nuestra experiencia, el reto es cómo logramos que el alumno se apropie de la información; de esta
manera, en todos los cursos proponemos ciertos ejercicios prácticos vinculados con formas de investigación de campo, a partir de
los cuales los alumnos puedan confrontar la información recibida.
Observamos que algunos docentes exigen en su trabajo la presentación de uno o de varios exámenes. Para algunos de ellos, el
examen puede ser resuelto libro abierto o incluso en la casa del alumno. Estas cuestiones se pueden precisar en el rubro de
requisitos de acreditación que establezca un programa. También percibimos que algunos docente les resulta mejor integrar la
calificación con porcentajes como los siguientes: 35% cada examen (cuando se aplican dos); 30% un ensayo, etc. Todas estas forma
permiten clarificar ante el alumno los criterios ante los que se efectuará la decisión académico-administrativa sobre su
promoción.
Es conveniente hacer algún señalamiento en relación con la asignación de calificación. Este problema no es fácil de resolver
ya que cualquier forma de asignación de una nota pasa por una lógica aritmética o estadística. Es muy difícil lograr que la
asignación de una nota refleje el aprendizaje; no hay forma en que un 8 o un 10, reflejen el proceso de aprendizaje de un sujeto.
En esta situación, es válido preguntarse entonces, ¿qué refleja? La respuesta posible es: lo único que muestra es que se cubrieron
ciertas evidencias (una monografía, un cuestionario, un examen resuelto de determinada manera) y que tales evidencias fueron
valoradas a partir de algunos individuos que varían de docente, de materia en materia.
No hay forma en que la calificación signifique otra cuestión. Sólo por un profundo acto de alienación del sujeto, este puede
ver su trabajo en esa calificación. Por honestidad, y cuando es posible, es conveniente reconocer esto y analizarlo con los
estudiantes. Estamos abordando la cuestión de por qué, cuando se asigna una nota, esa nota no puede reflejar lo que han
aprendido, y no hay forma de que lo haga. Este reconocimiento permite que el docente se separe de la acreditación y busque
desarrollar también actividades reales de evaluación. Esto es, que pueda efectuar un análisis colectivo sobre lo que se propuso en
el curso; los esfuerzos que realizó con sus alumnos, los logros obtenidos; las deficiencias que se perciben. Actividad que resulta
mucho más enriquecedora que otorgar solo calificaciones.
Hacia una re-definición de las prácticas de examen
Cuando abordamos la problemática metodológica, siguiendo el pensamiento de Freinet, abrimos el concepto «imaginación
creadora» para recordarle al docente de la innovación en los métodos depende en gran medida de la capacidad que tenga para
idear estrategias de enseñanzas adecuadas a su grupo escolar. Establecimos que tales estrategias son el resultado sintético de
saber pedagógico, experiencia profesional e ideario educativo. Es el caso de nueva cuenta de volver a estos elementos a fin de
asignarle otra posibilidad a esa .,imaginación creadora «, buscando establecer en este caso alternativas viables y congruentes
desde el punto de vista metodológico, a lo que se realizó en un curso escolar. Deseamos enfatizar también: es necesario que
busquemos innovar en la forma de realizar las actividades de acreditación. El docente tiene que buscar comprender lo que pasa
en un grupo escolar y frente a ello ensayar respuestas. Estos ensayos le permitirán lograr ciertas cosas, aunque fracasen en otras.
Recordemos que no estamos obligados, como docentes, a que toda propuesta educativa funcione sin contradicciones; sí estamos
obligados a innovar, a no ser rutinarios. Herbart en 1806, decía que el problema de un maestro de 90 años es que tenía la
experiencia de su rutina, sino encontraba forma de reflexionar y teorizar sobre la misma:
«Un maestro de escuela de 90 años tiene la experiencia de su rutina; posee el sentimiento de sus largas fatigas, pero
acaso ¿tiene la crítica de su método y de sus actos?» Y más adelante añade: «Le- exijo al educador ciencia y reflexión. No
me importa que para los demás la ciencia sea como unos lentes, para mí es como los ojos».
Ésta es nuestra tarea: intentar de alguna manera relacionamos con nuestro objeto de trabajo, que la rutina no nos venza. Pero
precisamente el actual planteamiento pedagógico está orientado a que el maestro no innove, a que no experimente; se espera que
sólo aplique- en el aula rutinas y formas de supuesta «cientificidad». De ahí la insistencia en que también en la evaluación es
posible efectuar experiencias e innovaciones. Estas no se pueden prescribir, lo que implica que el maestro cambie el método. En el
fondo ese es el problema. Una vez que el maestro modifica el método y su relación con el estudiante, en ese momento, se pueden
pensar diversas experiencias de evaluación.
Estamos colaborando para la realización de distintas experiencias. En algunas escuelas primarias, el estudiante participa en
un proceso de auto-evaluación. Esto es de auto-comprensión de auto-señalamiento, de qué está pasando con su proceso de
aprendizaje.
Antes de finalizar nuestro trabajo desearíamos presentar algunas experiencias que estamos realizando al respeto. Se trata
de un material relativamente descontextuado pero permite exponer algunas características de los intentos que desarrollamos:
Caso 1
Se trata de una experiencia realizada en los últimos grados de la escuela primaria -niños de 10 años a 12 años-. Los maestros
solicitan semanalmente que cada alumno escriba una valoración sobre su aprendizaje. Se pretende que en ella el alumno
manifieste el interés con el que él realizó sus labores, su apreciación sobre su desarrollo y sobre el cumplimiento de las diversas
acciones escolares. La importancia de esta evaluación radica en que es hecha por el propio alumno. No es solo el maestro el que
emite una opinión sobre sus alumnos sino que, en última instancia, cada alumno expresa su opinión al respecto.
Hemos encontrado una gran capacidad de percepción y autocrítica en los alumnos para expresarse sobre su propio caso, lo
que estimula a incrementar este tipo de experiencias y buscar nuevas alternativas.
Caso 2
Se trata de una experiencia desarrollada en el seno de la universidad con un grupo numeroso (90 alumnos) de una
Licenciatura en Ciencias de la Educación.
Iniciar un curso con este numero de alumnos requiere modificar una serie de presupuestos metodológicos por partes de
docentes y ciertos comportamientos y actitudes por partes de los estudiantes.
El curso se lleva a cabo con una periodicidad de dos clases semanales. En la primera clase se hace una exposición del
material- generalmente a cargo del docente-; los elementos a trabajar en ella se desprenden tanto del programa como del conjunto
de aspectos situacionales que emergen en la segunda clase.
La segunda clase se realiza a partir de un trabajo de pequeños grupos que combinan una perspectiva de dinámica de grupos
con una concepción operativa de las mismas. Las primeras clases del trabajo grupal se dedican al tratamiento de algunos
comportamientos individuales que obstaculizan el desempeño del grupo; con posterioridad éstas clases van constituyéndose en
temáticas. Los alumnos discuten una información o colaboran entre ellos en la planificación, ejecución y presentación de un
trabajo práctico (entrevistas a docentes, observaciones escolares, aplicación de cuestionarios, etc.). En este grupo en particular
observamos el desarrollo de ciertos comportamientos: colaboración, inclusión de bibliografía sugerida por los alumnos, posibilidad
de trabajar en ausencia del docente, etc.
Ante el nivel de compromiso asumido por los alumnos, se les solicitó que un ensayo que elaboraron en forma individual para
la acreditación fuera entregado tanto al docente como a un compañero, para que ambos, emitieran una opinión por escrito. Ambas
opiniones se discutieran en el seno del pequeño grupo y se expusieron posteriormente al grupo en general los puntos de vistas
analizados.
Posteriormente los estudiantes opinaron en forma individual y en pequeño grupo sobre la calificación que podrían obtener en
el curso.
Así mismo se preparó una clase final, coordinada bajo la concepción operativa del grupo en la que se evaluó todo el proceso
seguido, completamente desprendida de la calificación.
Caso 3
Desde nuestras primeras aproximaciones al ámbito de la evaluación realizamos formas de acreditación grupa¡. Necesitamos
puntualizar varios elementos. Primero, que en la actualidad hemos trabajado mas de 60 cursos universitarios pero solo en tres de
ellos hemos manejado la posibilidad de una acreditación grupal. Esta elección siempre la efectuamos al finalizar el curso y no al
principio del mismo. Tomamos la decisión una vez que percibimos ei grado de trabajo logrado por el grupo, así como sus
mecanismos de integración, de crítica y autocrítica. Observamos hacia dónde los alumnos pueden romper con una serie de
perjuicios e inercias que han sido aprendidos a lo largo de su proceso de escolarización. Por ejemplo: asigna mayor importancia a
sus procesos de conocimiento que a la calificación obtenida. Finalmente , siempre que hemos elegido esta opción, los alumnos han
efectuado un trabajo escrito que permita tener una evidencia del proceso desarrollado.
Una característica que percibimos en estos procesos es que los alumnos no se otorgan a sí mismos calificaciones altas. A
manera de ejemplo presentare algunos relatos de tales situaciones:
a) Un estudiante que tuvo un desempeño muy bueno: « yo me pondría una calificación intermedia; efectivamente cumplí
con lo que el curso pedía, pero no domino uficientemente el tema trabajado en el curso».
Los comentarios grupales fueron:
Un compañero: «yo aprendí en el curso de tus reflexiones y de tu trabajo».
Otro compañero: «considero que no tenés que ponerte una calificación intermedia, porque, si no, los demás tendríamos que
calificarnos muy bajos».
b) Un estudiante de buen desempeño, pero con dificultades para apropiarse de la información: «en toda mi vida he
obtenido. Las calificaciones más altas, nunca he reprobado una asignatura, en este curso cumplí con lo que se pidió, sin
embargo percibo que solo repito la información, pero que me falta
algo para poder presentarla como mía. Me pondría una calificación intermedia».
Un compañero: «Me gusta lo que decís porque también del fracaso se aprende».
Otro compañero: «Yo te dejaría la calificación intermedia, creo que no es bueno siempre sacar altas calificaciones».
c) Un estudiante intermedio, con un cumplimientos mediano en el curso: «El curso se me dificultó, pero siento que al
grupo no le importó mi desempeño; me siento mal con Uds., pero ustedes tampoco
me apoyaron el curso, prefiero que me digan que lo reprobé y cursarlo de nuevo».
Un compañero: «es difícil relacionarse contigo, pero no creo que debas reprobarlo».
Con estos ejemplos queremos remarcar que se trata más serio y complicado de lo que habitualmente se suele considerar,
donde uno observa al grupo en su totalidad y por otra parte los trabajos escritos que han elaborados los alumnos. Sin
embargo, es difícil promover este tipo de prácticas en las instituciones educativas. El problema central radica en pensar que su
realización implica un descentramiento del rol del docente, toda vez que se ha logrado un proceso de des-aprendizaje de una serie
de prejuicios por parte de los alumnos. No percibir esta cuestión puede derivar sólo en un facilísimo estudiantil. Deseamos
expresar que no todos los grupos son aptos para la realización de este tipo de experiencia-
Caso 4
Un grupo muy reducido de alumnos (cerca de 20) con una experiencia educativa grupa¡, pero que procese de un ámbito
profesional muy lejano a lo que habitualmente consideramos «en el mundo académico». La situación educativa se llevó a cabo en
una mezcla permanente de información con su experiencia profesional.
Los alumnos realizaron varios trabajos a lo largo del curso; éstos se promediaron y se tomaron en cuenta otros elementos en
la estructuración de la calificación final. El último día de clase se pidió a cada alumno que escribiera en una hoja de papel la
calificación que pensaba que obtendría en el curso y, posteriormente, se le pidió que la confrontara con la que se había
previamente escrito en la lista. La coincidencia entre ambas calificaciones fue muy llamativa. Las diferencias fueron por demás
mínimas y se refirieron a puntajes muy cercanos.
A partir de estas experiencias podemos reflexionar que la actitud de los estudiantes frente a la acreditación se puede
modificar. Indudablemente esta cuestión requiere transformar el conjunto de conceptos que orientan la acción educativa, primero
los docente y posteriormente en los alumnos. No podemos negar que el pensamiento de Freinet orienta esas acciones, en el
sentido de que de él derivamos un análisis sobre condiciones específicas, y desde ahí realizamos estos intentos diferentes de
atender a los procesos de acreditación, vinculándolos con una evaluación. No necesariamente todo sale bien, ni perfecto. Lo que es
importante en la acción educativa es ésta idea de volver a ensayar, volver a intentar y reconocer lo que se logra.
A manera de conclusión
Iniciamos la exposición de éste capítulo afirmando que buscaba presentar una serie de estudios, análisis y experiencias
realizadas en el campo de la evaluación. A pesar de la falta de unidad del material ya expuesta, hemos procurado abrir diversas
líneas para el estudio de la problemática de la evaluación del aprendizaje y para fomentar diversas experiencias en torno de ella.

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