Santín, Silvio. El desafío futuro de la educación física. Conferencia dictada en el 9º Seminario Internacional de Educación Física, realizado del 20 al 22 de julio de 1995, en Viña del Mar, Chile.
Para iniciar mi intervención en esta mesa redonda, quiero hacerlo de
manera provocativa, diciendo que el desafío futuro de la educación física es el
presente o está en el presente.
Para justificar esta
afirmación, voy ha recordar tres actitudes diferentes asumidas por la humanidad
frente a su propio proyecto de vida, dicho de manera más post-moderna, frente a
su destino. Durante mucho tiempo la humanidad vivió vuelta hacia el pasado, por
lo menos en lo referente a Occidente. Los antropólogos afirman, en relación a
las comunidades primitivas, que eran gobernadas por los muertos. Las sociedades
desarrolladas o civilizadas de la antigüedad se guiaban, sino por los muertos,
por lo menos por un ideal de perfección perdido en los tiempos inmemoriales. La
tradición bíblica, la gran inspiradora de la imagen humana occidental, coloca
en el Génesis el momento de la plenitud humana, perdida por una rebeldía de los
primeros hombres frente a un mandamiento divino. Allí se dio la decadencia de
la humanidad. Se volvió pecadora, culpada y condenada al sufrimiento y a la
muerte.
Era preciso encontrar un camino de retorno, sino cronológico, al menos
que posibilitase la restauración del bienestar primordial. La historia de la
salvación, por todos conocida, garantizaría la recomposición del hombre con
su destino y su dignidad.
En la Edad Moderna ,
la humanidad sustituyó el pasado por el futuro. El cambio de imagen fixista del
mundo por la visión evolucionista mostró que la perfección estaría en la frente
del hombre. El hombre pasa a ser visto como un proyecto en construcción. El se
vuelve criatura y creador de sí mismo. Constructor de la historia. Inventor del
conocimiento. Las ciencias se encargan de prever y proyectar el futuro,
buscando eliminar las imprevisiones. El hombre pasó a temer lo que podría
acontecerle al día siguiente. Su acción no sólo se dirige hacia el mundo
exterior, sino que se vuelve sobre sí mismo, buscando inmunizarse, vacunarse y
protegerse de los peligros invisibles del futuro. Y cuando las ciencias no son
suficientes para esta anticipación del acontecer futuro, nos impulsa a recorrer
los artificios de la magia.
Se torna obvio decir que toda educación humana se pautaba por estas
cosmovisiones. En ambos casos, la dimensión corporal humana no pasa de ser un
subproducto de su existencia. La perfección del hombre estaba centrada en el
desarrollo de su mente o inteligencia. La diferencia consiste en que la
sabiduría del culto del pasado residía en la experiencia vivida por los
ancianos; la sabiduría de los sueños del futuro pertenece a los jóvenes, como
esperanza de nuevas realizaciones. El papel de la educación física queda muy
bien delimitado y, en general, como una acción represora o exploradora.
La post-modernidad coloca sus pies en lo presente y en lo cotidiano. El
pasado y el futuro se encuentran en el presente. La investigación, conocida
como nueva historia, ve el pasado como algo inexistente en si mismo. El pasado
que llamo del pasado se hace presente por mi comprensión. El acontecer futuro
se define por la definición de mi presencia actual.
Este privilegiamiento de lo cotidiano trae consigo una serie de
elementos que merecen mucha atención. Voy a referirme a algunos de ellos como,
apenas, una mirada horizontal. Comencemos por el ser humano. El perfil del
hombre aparece con la imagen de corporeidad o de cuerpo. La presencia del
hombre en el mundo es corporal. Cada uno tiene una imagen corporal de si mismo.
La psicología, aún la clásica, muestra que los grandes dramas vividos por las
personas suceden en el pasaje de las fases etarias. Dos momentos, tal vez, sean
los más dramáticos. El primero, cuando se produce la pérdida de la imagen
corporal infantil y la construcción de una imagen adulta. El segundo, el más
trágico, se da con el envejecimiento y, hoy, más que nunca, la humanidad no
acepta la imagen corporal envejecida, porque envejecimiento significa
decadencia y fin de la prospectividad. Busca, entonces, por todos los medios,
esconderse de él. Estas son consecuencias de colocar nuestra perfección en el
futuro. La vejez es el empequeñecimiento de los horizontes futuros y,
consecuentemente, la dilatación de los espacios del pasado.
El privilegiamiento de la corporeidad trae consigo, también, todas sus manifestaciones, antes excluidas
por el proyecto de racionalidad. El conocimiento sensible pasa a tener crédito.
Es a través de él que el hombre inicia la orientación de su vida. Incluso
después de su domesticación racional, percibe que la sensibilidad es una fuente
confiable de informaciones seguras para orientar sus decisiones. Los
sentimientos no son fenómenos sin fundamento, ellos perciben las apariencias,
que el conocimiento científico desprecia y, además, detectan las verdades
invisibles que no son alcanzadas por la razón, sino por la sensibilidad. La
vida afectiva, emocional y sensual es rehabilitada. El placer deja de ser una
cuestión de moral para tornarse un valor antropológico, o sea, una
manifestación vital del ser humano. La racionalidad, que, en la modernidad,
definía de manera absolutista las relaciones sociales, pierde la exclusividad.
Surge, así, la figura de la comunidad emocional caracterizada por la unidad de
un destino común, donde el cimiento de la socialidad, como dice Maffesoli, es
construido por la costumbre. Por eso es que el puede proponer la ética de la
estética.
Para no prolongar demasiado esta descripción, me gustaría decir, ahora
con mayor objetividad, que el desafío futuro de la educación física es asumir
esta nueva realidad y trazar su intervención en lo cotidiano de la vida.
Aceptar la idea de que el futuro de la vida está en su manifestación cotidiana.
Sin pretender elaborar una receta, apuntaría cuatro pasos indispensables
para que la educación física enfrente su desafío futuro. Ya fue dicho que no se
trata de pronósticos o antevisiones del futuro, sino de un diagnóstico
minucioso del presente, de lo cotidiano, de lo que está aconteciendo.
Primer paso. Capacidad comunicativa
La educación física enfrenta su desafío comenzando por elaborar su
propio discurso. No puede ser un discurso hermético, circunscrito a un grupo de
especialistas. Precisa aprender el lenguaje de la corporeidad. Más que conocer
científicamente y dominar técnicamente el cuerpo y el movimiento, es preciso
aprender a comunicarse con él. El cuerpo no puede ser reducido a una
arquitectura mecánica, y el movimiento no se limita a las leyes de la física.
Cuerpo y movimiento pueden ser parte de las instancias del arte, del
lenguaje, del sentimiento. Solamente una comunicación dialogal puede ser
legítima. No puede ser hecha en una relación de sujeto-objeto. La educación
física precisa instaurar un diálogo con el ser humano, pero no un diálogo de
lenguaje conceptual, que no hable de la inteligencia, sino que hable de la
corporeidad, del movimiento, de la gestualidad. Sin conocer el lenguaje del
cuerpo, se torna difícil la comunicación.
Después de garantizar ese diálogo interno, después de dominar el
lenguaje del mundo de actuación, la educación física podrá comunicarse con las
otras áreas del saber humano, con autonomía y credibilidad. Siendo creadora de
su discurso, aunque no sea científico, ella será capaz de dialogar con los
otros. El diálogo exige que los interlocutores tengan cosas que comunicar.
Hasta ahora, la educación física se sometió al dominio del discurso de las
ciencias.
Segundo paso.
Alfabetización del hombre corporal
El segundo paso es decisivo. La educación física precisa convencerse que
falta, en la historia del hombre, la alfabetización corporal. Hasta ahora el
hombre fue alfabetizado en la inteligencia. Toda enseñanza-aprendizaje está
limitada al proceso de desarrollo del arte de pensar o en la aprehensión de
contenidos inteligibles. Se supone que el lenguaje humano se constituye de
palabras, de conceptos, o sea, del hecho lingüístico o, para usar la expresión
de Austin, del acto del habla.
El cuerpo también habla. Según Merleau-Ponty, el cuerpo es expresión y
palabra (Phénomenologie de la pérception,
p. 203-232). Mientras tanto, no aprendemos a leer el cuerpo. Sin duda, no tiene
un alfabeto universal, una gramática o una sintaxis común. Pero él habla el
lenguaje de la emoción, de la pasión, del sentimiento. El lenguaje de las
necesidades, de los deseos, de la presencia.
Alfabetizar al hombre para aprender ese lenguaje que, a mi entender,
constituye el cierre de la acción pedagógica de la educación física. Galileo habló
que era preciso aprender a leer el mundo, y dijo que su escrito era matemático.
El hombre moderno no aprendió este lenguaje del mundo, pero lo transfirió y
utilizó para la lectura del cuerpo humano. Fuimos reducidos a objetos
cuantificables y mensurables. Nos volvimos números, cifras, cálculos y asumimos
dimensiones, formas y fórmulas geométricas.
Fue este el discurso que la educación física asumió para entrenar y
domesticar el cuerpo, volviéndolo disciplinado, funcional y productivo.
Tercer paso. Solidaridad orgánica
El tercer paso consiste en trabajar con la idea de que el ser vivo está
dotado de una solidaridad orgánica (Maffesoli). El no puede ser visto como una
máquina donde las células están relacionadas por una causalidad lineal y
secuencial, donde cada célula involucra a la otra, pero no hay un vínculo
colectivo de unidad, a no ser su funcionalidad. A esto Maffesoli lo llama
solidaridad mecánica. El ser vivo, por el contrario, establece una relación de
sentimiento. Ante cualquier alteración que se da en una célula, todo el
organismo tiene conocimiento y se dispone a socorrer al punto alterado en caso
de necesidad. Un estímulo direccionado para cualquier parte del cuerpo moviliza
a todo el sistema. Por esto, el orden biológico es una compleja red de
comunicación. El organismo, más que un conjunto de partes, es un sistema de
comunicación solidaria. Basado en estos descubrimientos de la biología, Niklas
Ludman dice que “la sociedad no es compuesta de seres humanos, sino de
comunicaciones” (Niklas Ludman. Sociedad y sistema: la ambición de la teoría,
p. 27)
El tratamiento mecanicista es una violencia contra la propia
organización comunicativa de la corporeidad. No sabemos si la fatiga es un
desequilibrio o si es una defensa del organismo, en este proceso de
informaciones y de órdenes que el propio organismo elabora.
Cuarto paso. La restauración del hombre aestheticus
Por fin, la educación física trabajaría directamente para la educación
del Homo Aestheticus. Ya Friedrich
Schiller, en su obra Cartas para la
educación estética del hombre, propone el desarrollo del impulso sensible,
vinculado a la apariencia, esto es, a la belleza y a lo lúdico. En un largo
tratado, Luc Ferry describe la imagen del homo
aestheticus, cuyas características pertenecen al orden de la belleza, del
gusto, del sentimiento, del arte.
La sensibilidad humana fue rebajada, despreciada y excluida de la
convivencia pública. Ella encontró su espacio limitado, en la vida privada. Fue
relegada al hogar, al lugar de la vida íntima, al lugar de la mujer, por señal,
la única que puede manifestar públicamente sus sentimientos y que puede asumir
la sensibilidad como característica de su personalidad.
El hombre aesthéticus
encuentra en la figura de Dionisio su manifestación plena, así como Apolo lo
era para el homo sapiens, y Prometeo,
para el homo faber.
La educación física tiene como desafío acreditar que el hombre aesthéticus tiene lugar en el
mundo contemporáneo, el vive la vida, el no vive para trabajar, para ir al
cielo, para conquistar el poder. El vive porque vive. Así como el poeta
medieval Silésio dice: “La flor es sin por qué, florece por florecer, no mira
para sí misma, ni pregunta si alguien la ve” (En Carnerio Leo, Aprendendo a
pensar, p. 267)
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